sábado

Integración y puesta en valor del patrimonio industrial



Hace una semana que vi la película The Great Gatsby sin saber la propia historia que ha creado. Con un mal sabor de boca, sentía necesidad de aprovechar lo que desperdició el final.



Francis Scott Fitzgerald publicó su novela en 1925 retratando a una sociedad fría y enmascarada en apariencias. No fue hasta la década de los 50 cuando se le empezó a reconocer como un clásico de la literatura americana. Leída en institutos y universidades, posee varias adaptaciones cinematográficas de las cuales destaca la de 1974 de Robert Redford y Mia Farrow. La narración es contada desde una persona justa y honrada (desde cierto punto de vista, a los ojos de Dios) que sucumbe a los excesos del alcohol “no prohibido” para los ricos de Nueva York.


“Cuando yo era más joven, en una edad más vulnerable, mi padre me dio un consejo que todavía no se me ha olvidado: cada vez que sientas la tentación de criticar a alguien, recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades que tú. En consecuencia, procuro no adelantar juicios”


“Me prometí que no iba a volver a hacer descubrimientos sobre el corazón humano. Tan sólo Gatsby, mi vecino, sería la excepción. Precisamente Gatsby, que representaba todo aquello que yo despreciaba. Pero él, al final, demostró no estar contaminado”



El rápido crecimiento de Nueva York en el siglo XIX impulsó la generación de una estrategia de generación urbana concentrada en el Plan Commissioners de 1811, el cual ortogonalizaba la isla de Manhattan en calles y avenidas. Fue el siglo en el que se convirtió en capital internacional gracias al puerto, a la actividad financiera y a la Revolución Industrial, que acabó rebosando industrias por la periferia. El boom de los transportes la situó como punto de convergencia del éxodo rural mundial. Cuadruplicó su población con inmigrantes que huían de crisis económicas y se hacinaban en barrios étnicos, precarios en salubridad.

El Sueño Americano surge originariamente del descubrimiento de la felicidad, pero desde los años 20 éste sueño se ha pervertido en el deseo de riqueza por cualquier medio (contrabando de alcohol, engaños amorosos). Fitzgerald muestra la imposibilidad de alcanzar la felicidad a través del sueño americano (dinero). 



El auge industrial originaba nuevos ricos con residencias en East Egg, frente a West Egg al otro lado de la bahía, donde residían los ricos ya consolidados. A 30km de Manhattan, la historia nos muestra el contraste por el que discurren los personajes desde sus lujosas mansiones hasta la ciudad, pasando por Valley of Ashes (Valle de las cenizas), el cuarto de instalaciones de Nueva York. Este lugar representa la pobreza absoluta y la desesperanza, todos quieren escapar pero no pueden conseguir el sueño americano. Aquí se muestra la diferencia entre ricos y pobres, el desprecio ante el bajo estatus social que los hace vacíos y corrompidos. Representa la decadencia moral y social oculta bajo fastuosas fiestas. El valle de las cenizas es el vertedero de la ciudad, las cenizas se acumulan de la arrogancia y egoísmo de los cuerpos oscuros distorsionando el sueño americana aun más.






Estas escenas del valle de las cenizas son las que realmente me llamaron la atención de la película. Aquí se muestra la huella de crecimiento de la ciudad, la prepotencia de los nuevos ricos. Ya en la época se describe  una ciudad fragmentada, en la que la industria crea “afueras” dentro de la futura ciudad. Esta reseña histórica nos lleva a pensar hoy día en cómo abrazar a nuestro patrimonio industrial. Mal valorada por su desprecio al medio ambiente, la ciudad industrial obsoleta debe ser integrada a una ciudad compacta, vertebrada, pero sobretodo, sostenible y con pulmones de oxigenación al complejo tejido urbano. Por tanto, hablamos de reciclar lo que hemos producido, dotarlo de valores medioambientales y concienciar de la posibilidad de este reciclaje del patrimonio industrial olvidado y de su puesta en valor.

Respecto a las películas: Una perfecta adaptación del 74 deja paso a una decepción ante idénticas escenas en la actual, salvada por la perfección de Leonardo DiCaprio y de un excelente Tom Buchanan. Descarada grandilocuencia visual en la actual, que sería acertada de no ser la única protagonista, pues se descuida a una insípida Daisy que genera una total pasividad hacia el desenlace.


Os invito a que conozcáis la historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario